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 Protagonismo del
    Arroyo Miguelete

 
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El fraccionamiento     y remate de la
    quinta de Juanicó


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Origen del Pueblo     Atahualpa

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  • El Arroyo Quita
     Calzones

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    de calles
 

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                       El Arroyo Miguelete: su protagonismo durante los siglos
                       XVIII y XIX:
 


    Con el objeto de arraigar a futuros moradores de la ciudad que se acababa de fundar, el Gobernador Bruno Mauricio de Zabala acordó en 1726 diversos privilegios, entre los que figuraban la concesión gratuita de tierras, herramientas, carretas, ganado, granos para plantaciones, etc., y encomendó al Capitán Pedro Millán fijar la jurisdicción de la ciudad e iniciar el reparto de solares urbanos, buscando para ello las mejores tierras de labranza, con fácil regadío, que existieran en las proximidades; fue así, que las márgenes del Arroyo de los Migueletes Llamada fueron distribuidas en forma de chacras, advirtiéndose a los vecinos que las mismas tendrían por frente las costas y barrancas del arroyo. El 28 de agosto de 1727 quedaron adjudicadas un total de 37 chacras, con un frente de 10.400 varas sobre el arroyo.

    El 18 de enero de 1730 se ratificó, en su mayor parte el anterior reparto y se le amplió, al concedérsele tierras a nuevos vecinos. En total se repartieron esta vez 84 chacras 52 sobre la margen derecha del Miguelete, y 32 sobre la otra banda.
    Estas chacras fueron los proveedores a la naciente ciudad de frutos, granos, legumbres, hortalizas, para la manutención de sus pobladores.

    El arroyo Miguelete nace en la cuchilla Pereyra, en el límite norte del departamento de Montevideo, lo atraviesa de norte a sur y desemboca en la bahía al oeste de la actual playa Capurro. En su margen izquierda desembocan los arroyos Mendoza, Pajas Blancas, Casavalle, Cerrito y Quita Calzones (conocido anteriormente como arroyo de Morales) y por la derecha Peñarol y Mataperros. A partir de 1724 recibió distintos nombres: el Capitán de Ingenieros Domingo Petrarca, quien por orden del gobernador Don Bruno Mauricio Zabala, realizó el plano de la “Ensenada de Montevideo” llamándolo “riachuelo de agua dulze” (1719), en 1724 aparece indicado como “río de agua dulze” en un plano de Montevideo. En 1727 al fijarse los límites de las tierras de propios se le menciona como “Arroyo de los Migueletes”, aunque en 1741 en el plano del Ingeniero Diego Cardoso se le denomina “río de los voluntarios”.

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    Luego de la independencia de la provincia, los montes del Miguelete se multiplicaron en número, y sus especies alcanzaron su máximo esplendor en las postrimerías del siglo XIX, sumándose a la flora autóctona (sauces, talas, espinillos, etc.) nacida en sus orillas, el árbol frutal, maderable y de adorno y gran cantidad de especies exóticas.
    Al mismo tiempo y gracias a la prosperidad en aumento, la vida social cobró un gran impulso en esta zona, puesto que el arroyo era una vía de fácil comunicación, motivo de esparcimiento propicio para excursiones en bote y para pesca, y sus arboledas permitían disfrutar de reuniones al aire libre. Es aquí, donde se instalaron las villas llamadas “quintas”, mansiones grandes y muy elegantes que fueron habitadas al menos durante la estación estival (cuando no todo el año) por las familias más adineradas de Montevideo.

    Eran residencias rodeadas de grandes jardines, pobladas de naranjos, mandarinos, limoneros, coníferas, acacias, y gran cantidad de eucaliptus y flores de variadas especies, destacándose las rosas y jazmines del Cabo. Una descripción muy completa es la que hace Horacio Arredondo en su libro “Civilización del Uruguay”:

   “Por los años que me ocupan (1850-1900), las grandes residencias privadas se situaban dentro del amanzanamiento, al capricho de sus dueños, en calles comerciales, populosas, o en tranquilas, indistintamente. Felizmente, se viene reaccionando mucho y a favor de esta mudanza se crearon los grandes barrios residenciales, en lugares apacibles, sin mayor movimiento. La primera agrupación de este género tuvo lugar en Montevideo fuera del perímetro esencialmente urbano, en su periferia pintoresca, en las quintas: Paso de las Duranas, Atahualpa y, en especial manera, el Paso del Molino.
Esto dio lugar a la creación de un tipo que hizo prestigioso los alrededores: la casa quinta. Las familias adineradas de la ciudad, rivalizaron en la construcción de suntuosas residencias, circundadas por hermosísimos jardines.
   El arte de la edificación tuvo allí un amplio campo para sus realizaciones, e hicieron explosión los más variados estilos. La euforia nacional olvidó por completo su ambiente y su origen hispánico. Se vieron construcciones neogóticas, renacimiento francés e italiano, villas romanas, estilos ingleses y franceses, hasta pompeyanas y chinescas, pero, en mi opinión, predominó en aquel “cajón de sastre” el gusto por las villas italianas, nobles, graves, señoriales y este buen gusto se extendió al jardín, que se pobló de mármoles, estatuas y fontanas, y se importaron las más variadas y raras especies de árboles y de plantas. Se creó el invernáculo, donde se cultivaron las plantas tropicales. Hubo, quizá, en los estilos italianos, exceso de “glorietas”, de “belvederes”, pero en general, fue en las riberas del Miguelete donde todos los refinamientos de la jardinería tuvieron su expresión y, lo más importante, fue aquella la mejor escuela popular de jardineros, la más práctica cátedra de amor al árbol y, - fundamental aspecto- el vivero más completo que tuvo y tiene el país, en que se aclimataron las especies forestales que han puesto belleza y bienestar en toda la nación. Estudiar este semillero, sopesar las ventajas que, para la economía nacional, ha tenido y tiene, excede también las proporciones de este capítulo, proyecciones que quizá estudie cuando de cuenta, de cómo formé el Parque Nacional de Santa Teresa, cuyas variedades más preciadas son hijas de las plantas madres de las más antiguas quintas formadas en las riberas del apacible Miguelete”.
 
 
 
 
 
 
 
    Pero fue quizás con la llegada al Cerrito del Brigadier Manuel Oribe el momento en que la zona del Miguelete, alcanzó su punto culminante, ya que esta zona fue ocupada por las tropas de Oribe. Fue en este momento, que distinguidas familias vinculadas al partido blanco abandonaron la ciudad y se instalaron en sus quintas o chacras, otros las alquilaron o construyeron en el Paso del Molino, Miguelete, Prado y Atahualpa.  Esta zona con el tiempo pasó a constituir uno de los barrios más aristocráticos de Montevideo.
Levantado el asedio de Montevideo, a consecuencia de la Paz de Octubre de 1851, las familias regresaron a sus abandonados hogares de la ciudad, pero la vida social del Miguelete no decayó ni perdió brillantez, pese a esta circunstancia.

    Hacia 1888, se mencionan en las crónicas de la época, las cenas suntuosas, veladas musicales donde se escuchaba a los grandes artistas de paso, bailes con orquesta,  en las recepciones brindadas en las quintas de Carlos y Agustín de Castro, García Lagos, Paullier, Piñeyrúa, Lafone, Arocena, Ferber, Shaw, Vázquez Acevedo.




 
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    Un personaje importante es don José de Buschental, banquero y hombre de negocio francés, con grandes empresas mercantiles. Buschental elaboró con Mr. Lasseaux (que trajo consigo de Francia), un parque verdaderamente versallesco, que fue llamado el Buen Retiro.
    Según Montero Bustamante “hizo de aquella posesión un retiro encantado, el Miguelete fue canalizado y sobre el cauce se tendieron pequeños puentes de arquería, se construyeron lagos artificiales y hermosas piscinas con juegos de agua, donde se reprodujeron exóticos peces traídos del trópico, de la India y del lejano Japón, los parques se llenaron de las más raras especies de árboles de las cinco partes del mundo, los invernaderos húmedos y cálidos, se llenaron de plantas tropicales y flores fabulosas ... fantásticas orquídeas y begonias de afelpadas e irisadas hojas....”
    Muerto en Europa en 1870, la quinta del Buen Retiro fue rematada en 1872 y adquirida en gran parte por don Adolfo del Campo, quien la rebautizó con el nombre de Prado Oriental y que en 1873 lo inauguró como paseo público.

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   Se destaca la figura del técnico José Pedro Margat ( ) quien hacia 1838 se instala en Montevideo con su bagaje de estudios botánicos realizados en Versailles. Ganó un merecido prestigio en la sociedad uruguaya, siendo uno de los pioneros que preparó y acompañó ese retorno de la sociedad montevideana hacia la naturaleza, al poblar con sus árboles, frutales, y plantas diversas, las casas quintas del Paso Molino, El Prado, Atahualpa, Colón, Sayago y otras zonas rurales del departamento. En mayo de 1850 lo contratan para iniciar el trazado de los caminos en el nuevo cementerio del Buceo, y para la plantación de árboles al borde de dichos caminos.
    A quienes deseaban formar jardines, Margat les proporcionaba árboles y plantas ornamentales. En los alrededores de Montevideo y los caminos que daban acceso a la ciudad, las casas, rodeadas de espacios verdes, lucían especies por él aclimatadas.  Para Oribe diseña un jardín inglés y se ocupa de la poda y el cuidado de sus plantas.
    Aún hoy, en la calle Burgues, existen jardines que tienen araucarias, magnolias, camelias y otras especies introducidas al país por Margat, quien tenía sus quintas en lo que se llamaba “Camino a la Quinta de Margat”, que posteriormente, en 1866, fue cambiado por su nombre actual Camino Burgues.

    Las fotografías siguientes muestran dos vistas del arroyo Miguelete hacia 1904, lugar de paseo, de pesca, de baño, y de juegos muy concurrido por los vecinos de Atahualpa, como lo testimonian las imágenes.

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Fuentes bibliográficas
- Monografía del curso de Historia de los Jardines. Casaquintas del siglo XIX. Casaquinta de Dámaso Antonio Larrañaga. Autores sin datos.
-Inmigración y aprendizajes empresariales durante la temprana industrialización del Uruguay, 1875/1914.
Revista THEOMAI. Estudios sobre Sociedad, Naturaleza y Desarrollo Nº 4 (segundo semestre de 2001)
- Seminario 1996. Disertación de la Arquitecta Montañés sobre jardines históricos. Página Web.
- “Civilización del Uruguay”. Tomo I. Aspectos arqueológicos y sociológicos 1600-1900. Horacio Arredondo. 1951. Instituto Histórico Geográfico.
- Revista “Anales” Nº 136, II época. Año 1946. Dedicada a Paso del Molino, Prado y Paso de las Duranas.

Otras obras de consulta:
- Álvarez Aguiar, César. Revista Anales, 2ª época Nº 136
- Araujo,  Orestes. Diccionario Geográfico del Uruguay Moderno 1851-1885
- Barrios Pintos, Aníbal. Los barrios
- Berro, Mariano B. La agricultura colonial.
- Castellanos, Alfredo. Nomenclatura de Montevideo.
- Castellanos, Alfredo. Historia del desarrollo edilicio y urbanístico de Montevideo
- Da Silva, Oscar. Las casas quintas de Montevideo del siglo  XIX.
- Traversoni, Alfredo. Historia de los siglos XIX y XX

Fuente de las fotografías:
Foto 2, 9 y 10 – Revista Anales. Año 1946. II época, nº 136
Foto  3 - Civilización del Uruguay. Bibliografía de viajeros. Tomo II.; p. 190; Montevideo, 1951. Instituto Histórico Geográfico del Uruguay, Horacio Arredondo.
Fotos de pesca y baño aportadas por Don Héctor Faccio.
Foto 6, 7 y casa del Gobernador Viana de la arquitecta Elena Mazzini.


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Volver En España se llamaba "miguelete" a todos los cuerpos improvisados con voluntarios en tiempo de guerra.
El actual arroyo Miguelete debe su nombre a uno de los migueletes de la armada española que se asentaba
en sus orillas y luchaba contra los portugueses.

 
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